El sueño de las mujeres. Dinero, amor, riqueza.
El nuevo proyecto de vida de niños y jóvenes
I
Yo sí sería amante de un narco, para que me dé dinero, me compre ropa y saque la carrera. Es la voz de una joven culichi. Tiene poco más de 15 años y estudia en la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Yo no entraría a esos “negocios” a menos que sea como “pesado”, haciendo el trabajo sucio, de matón. Es la expresión de un joven, también de unos 15 años, de preparatoria.
Ambos constatan lo que todos saben: una mayor incursión, a niveles escandalosos, de niños y jóvenes, muchos de ellos menores, en el narcotráfico, al que ven como opción de vida y realización, por encima de la educación. Y ambos formaron parte de una investigación realizada por catedráticos de la UAS en las preparatorias Sandino, ubicada en la colonia Libertad, y Rafael Buelna, en la Ampliación Pemex, que juntas conforman un solo plantel.
La investigación tiene por nombre Influencia del narcotráfico entre jóvenes preparatorianos y la presencia social de la contranorma (lo ilícito, el delito) en el proyecto de vida de los adolescentes. Las catedráticas e investigadoras María Dolores Pineda y Marcela Camacho, se quedaron paralizadas por los resultados obtenidos y la conducta de los involucrados.
II
En una escuela primaria de Culiacán, un niño de alrededor de 11 años dice que quiere ser gatillero. Lo hace con orgullo y se le encienden las pupilas, se le instala el sol en esa mirada, cuando lo repite. No aclara si es porque su papá, que es músico, toca en un grupo norteño que lleva este nombre, Los Gatilleros, e interpretan música buchona, de narcos. O si de plano, cuando crezca un poco más, quiere traer su pistola a la cintura y sentir cómo le retiembla el tableteo del fusil AK-47 en su cuerpo, cuando dispare ráfagas mortales. Sus compañeros lo ven y se asombran. Está emocionado. Ellos conmocionados. Y no se animan a preguntar a cuál de los gatilleros prefiere.
III
El trabajo de investigación contó con la asesoría de Tomás Guevara, catedrático e investigador de la Facultad de Psicología de la UAS, quien también ha hecho algunos estudios sobre la violencia y los jóvenes.
Pineda y Camacho contaron con recursos de la casa de estudios, a través de la Dirección General de Escuelas Preparatorias (DGEP), dentro de la convocatoria lanzada por esta dependencia en el 2009, para financiar proyectos de investigación en el nivel bachillerato.
Las catedráticas trabajaron con grupos focales para analizar el discurso de los jóvenes y aplicaron el método de Análisis Lexical de Concurrencias, llamado Alceste, que es un recurso cualitativo.
“Es evidente que en la mente de los muchachos está pesando más la fuerza de la contranorma, que la norma misma, de otra manera no se puede explicar la expresión de algunos de ellos, de ser amante de un narco, piloto o matón”, manifestó Pineda.
Ambas se dijeron impactadas por las respuestas de los jóvenes, captadas durante la investigación: “El delito, lo ilícito, el crimen organizado, está presente en ellos como algo natural, algo certero, a lo que sí se dedicarían”, señaló Marcela Camacho.
El narcotráfico, agregó, resuelve los problemas sociales que el Gobierno no puede atender, porque construye parques, iglesias, casas, instalaciones deportivas y pavimenta calles.
Los jóvenes que participaron en el grupo focal fueron 24, cada plantel con doce alumnos, la mitad de ellos mujeres. Todos de entre 15 y 16 años, y de segundo año, con buenas y regulares calificaciones. El siguiente paso fue la jerarquía de los contenidos del discurso, en términos cualitativos y cuantitativos. En esa etapa aplicaron un total de 240 encuestas, 120 por plantel.
¿La educación es la única vía para lograr el éxito?, les preguntaron provocadoramente a los alumnos. Más del 60 por ciento dijo que no, y una buena parte se inclinó por los “negocios sucios”, aunque también salieron opciones como el deporte, el trabajo y la música.
Lo que más les sorprendió es la fuerte presencia que tiene la contranorma entre las mujeres. Y eso se reflejó claramente en los roles que ellas mismas definieron: la mujer, de acuerdo con las respuestas de las estudiantes, está para que “la saquen” a pasear y les compren cosas, así se perciben, como si ellas mismas fueran una forma de obtener ganancias: soy una reina, atiéndeme. En el caso de los hombres el patrón fue que tenían que contar con un vehículo y dinero para tener mujeres y atenderlas.
“Una de ellas dijo ‘no nos gustan que nos visiten, sino que nos saquen a pasear y nos compren regalos’”. Otras, ante cuestionamientos directos sobre si el dinero era importante para alcanzar el éxito, hicieron muecas, miraron para otro lado y guardaron silencio: esa fue su respuesta, el silencio como zona muda, el lenguaje corporal, el sí apabullante, con gestos.
Para Javier Uribe, catedrático e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, este fenómeno es una llamada de atención para todos, desde Gobierno, hasta la familia y el sistema educativo, ya que este no promete la movilidad social, pero sí lo hace el narcotráfico.
“Tener dinero, mujeres, joyas y vivir bien, sin preocupaciones, es la realidad. La visión del futuro es muy importante para los jóvenes y lo ven incierto, se ven amenazados por el sida, por la violencia y la inseguridad, y el futuro se desdibuja, por eso los chavos viven rápido, porque no saben lo que va a pasar y es el presente el que les importa”, dijo.
Uribe, quien participa en actividades docentes en esta facultad, es autor de varias investigaciones sobre jóvenes y violencia. Guevara manifestó que todavía no hay un estudio, una lectura precisa, de este desencanto que padecen los jóvenes: “Ellos ya no ven en el sistema educativo una opción, ven otros caminos, y esto incluye, por supuesto, lo ilícito, pero también los oficios. Entonces, el asunto de la educación es una ilusión, una pinche ilusión del mundo adulto y el narcocorrido empieza a tener mucho peso en ellos”.
La familia, agregaron los docentes, empieza a sufrir la competencia de los amigos, en la formación de los jóvenes y sus influencias, y llega incluso a desplazarla.
IV
En la escena, un joven está tirado en el suelo, junto a una cuatrimoto. Los homicidas lo persiguieron hasta alcanzarlo y le dispararon. Detrás de la cinta amarilla de la Policía había un nutrido grupo y cerca del 80 por ciento eran niños y jóvenes. Se les abrían los ojos, la boca y soltaron expresiones de asombro-placer-morbo, cuando el aire levantaba la sábana azul que los forenses habían puesto sobre el cadáver.
V
Al área de consultas y clínica de la Facultad de Psicología llegaban niños con problemas de aprendizaje. Los llevaban sus padres porque no estaban quietos, porque peleaban o tenían problemas de conducta. Esos eran en su mayoría hace unos cuatro años. Ahora, seis de diez que van a consulta o terapia padecen postraumatismo asociado con violencia. Algunos de ellos no quieren ir a la escuela: temen que los maten.
VI
Un 300 por ciento más
En Sinaloa, la participación de niños y jóvenes en el narco ha crecido desmesuradamente de 2008 a la fecha, no solo como responsables directos de crímenes, sino como víctimas, afirmó Tomás Guevara, sociólogo y catedrático de la Facultad de Psicología.
Dijo que en los cuatro años recientes la participación de hombres de entre 14 y 30 años ha incrementado en cerca de un 300 por ciento en la delincuencia organizada y “pasó de ser algo marginal, casi imperceptible, a un proyecto de vida para una generación, tan terrible, que puede ser, incluso, irreversible”.
“Y en el caso de las mujeres encontramos que están a la espera de que algún buchón las ligue, que un narco las enamore. Entonces, estamos viendo que en Sinaloa está empezando a darse un hecho que puede ser inmodificable e irreversible, en esta generación”, manifestó.
De un centenar de jóvenes, aseguró, unos diez estaban de alguna manera involucrados en el narco, antes de 2007, y en los tres o cuatro años recientes la cifra subió a 40 o 50.
Datos de la Procuraduría General de Justicia de Sinaloa indican que en los tres últimos años suman 165 homicidios de menores en la entidad, en su mayoría a balazos. En el 2008, cuando empezaron las pugnas entre la organización de los Beltrán Leyva y la de Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, e Ismael Zambada, el Mayo, fueron 39 homicidios de menores, en 2009 la cifra aumentó a 68 asesinatos, y hasta el 30 de septiembre de 2010 se tenían contabilizados 50 crímenes contra menores.
Con los menores asesinados de septiembre de 2010 a febrero, la cifra suma alrededor de 200 niños y jóvenes muertos.
La Red por los Derechos de la Infancia en México, un organismo ciudadano que estudia la situación de los niños en el país, informó recientemente que algunas entidades padecen tazas elevadas de homicidios de menores, como es el caso de Sinaloa, con 43.7 fallecimientos por 100 mil habitantes.
La red, que propone la creación de una defensoría de los derechos de la infancia, señala que los más afectados por el incremento en la taza de homicidios son los adolescentes de 15 a 17 años, ya que de 2007 a 2008 subió en un 543 por ciento en Sinaloa, ya que pasó de 3.13 a 17 por ciento por cada 100 mil habitantes, es decir, tuvo un incremento del 543 por ciento.
Ellas en números
-Un 58 por ciento de las mujeres aseguró que no son la escuela y las buenas costumbres, la única vía para alcanzar el éxito. Y de éstas:
-Un 28 por ciento dijo que relacionarse “afectivamente” con un narco.
-Un 19 por ciento “mover influencias”.
-Un 13 por ciento se pronunció por dedicarse al “negocio sucio”.
-El 63 por ciento de los hombres asegura que no son la escuela y las buenas costumbres, la única vía para forjarse una vida exitosa. Y de éstos:
-Un 28 por ciento se pronunció por realizar negocios “que dejan fácilmente”.
-Un 18 por ciento dijo que prefiere hacer “viajecitos”.
-Un 17 por ciento optaría por trabajar con un “pesado”.
-Un 14 por ciento se inclinó por mover las influencias.
Frase:
“(Para los niños y los jóvenes) el asunto de la educación es una ilusión, una pinche ilusión del mundo adulto”.
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