NO SE lo digan a nadie pero, en privado, algunos militares siguen planteando la idea de que se decrete el estado de excepción. Dicen que no sería a nivel nacional, pero sí, al menos, en las regiones dominadas por el crimen organizado.
Y EL CASO más evidente es, sin duda, Tamaulipas, donde despacha un gobernador que asumió el cargo porque su hermano fue asesinado días antes de las elecciones.
ES AHÍ donde los criminales han impuesto su barbarie en las ciudades, donde la gente ya no quiere salir; en las carreteras, que son la pesadilla del autotransporte; o en el campo, en el que se impone tributo a los agricultores.
A ESO, claro, se suman las masacres que empiezan a dibujarse con los cientos de cadáveres que arrojan las narcofosas.
LO PEOR es que es tal el miedo de la población que ya nadie denuncia, pues saben que las autoridades están coludidas con los delincuentes.
AHÍ ESTÁN como prueba escalofriante las 400 maletas abandonadas en la central de autobuses de Matamoros. No hay pasajero que las reclame. No hay autoridad a la que le parezca sospechoso. Sí, 400 maletas.
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