Tlaskamati

domingo, 14 de noviembre de 2010

Así suena la frontera... La guerra de Obama y su aliado Calderón


Hágame el favor de ponerse en situación: usted no vive en Madrid ni en Sevilla ni siquiera en la ciudad de México o en la preciosa San Miguel de Allende. Usted vive en cualquier ciudad del Estado de Tamaulipas, en la frontera con Estados Unidos. Pongamos que vive en Matamoros, donde hace unos días la Marina mató a un narcotraficante llamado Tony Tormenta, o en Ciudad Victoria, donde hace unos meses el crimen organizado –tal vez el cartel de Los Zetas, tal vez el cartel del Golfo—asesinó al candidato mejor situado para convertirse unos días después en gobernador del Estado. Usted va a hacer la compra en su coche y, de pronto, se encuentra con esto. Si usted viviera en Madrid, en Sevilla, en ciudad de México o en San Miguel de Allende, seguramente le hubiese dado un infarto o hubiese corrido a esconderse debajo de su auto. Pero recuerde que vive en la frontera más caliente del mundo. Allí donde la marihuana y la cocaína toman la ruta del norte y, a cambio, las armas de alto poder y los fajos de dólares viajan hacia el sur. Así que usted, ya curado de espanto, detiene su vehículo, prende el móvil y graba los sonidos de su ciudad. Se parece al final de la película Heat, pero no lo es. Es una refriega entre sicarios de dos carteles rivales y aquí las balas sí son de verdad. Así y no de otra forma suena un atardecer en Tamaulipas…



Pablo Ordaz
es el corresponsal de EL PAÍS para México, Centroamérica y El Caribe. Desde 2008 vive en el Distrito Federal. Más de una noche le ha tocado salir corriendo hacia el aeropuerto para cubrir un golpe de Estado, un terremoto o alguna de las dos guerras interminables. La del narcotráfico, en la frontera norte. La de la pobreza, en la frontera sur.

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