Salir una mañana de la casa
sin tomar el café, sin decir nada,
sin besar ni a la esposa ni a los hijos.
Salir e irse perdiendo por las calles,
tomar aquel tranvía,
recorrer el jardín sin ver que el sol
va colgando sus soles diminutos
de la rama del árbol.
Recorrer el jardín
sin ver que un niño nos está contemplando,
sin ver las cabelleras rubias, morenas, pálidas...
Pasar cargando una sonrisa muerta
con la boca cerrada hasta hacer daño.
Entrar en los hoteles,
hallar uno silencioso y lejano,
tenderse entre las sábanas lavadas
y sin decir palabra, sin abrir la ventana
para que el sol no meta su esperanza
apretar el gatillo.
He dicho nada.
Ni el sol,
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