Observar el cauce del río Panuco es siempre un espectáculo cuando vas cruzando la frontera de Tamaulipas y Veracruz. Has ingresado a esa boscosa huasteca veracruzana cuando comienzan los potreros y escuchas el sonido de las cantaras en los corrales y el destete de los becerros. Solo se imagina uno esa espesura de la espuma de la leche, al ordeñar a las cebús o suizas, razas de mis vacunos que pintan este bello paisaje que dan la bienvenida.
Amanece y avanzamos, mientras nos saludan los henos montados en los chijoles, también los huisaches, los guácimos, las chacas y demás flora que antecede a los pastizales bañados de neblina; que simulan algodones de nubes. Tal vez han bajado los dioses, a reposar en los campos de mi bella huasteca; mientras el astro rey se asoma bostezando.
El cerro y la sierra comienzan a mostrarse exuberantes centinelas, los naranjos con su flor aromatizan mientras aparecen unos candiles como mechas de petróleo… la tentación del diablo vecino.
Me dicen que es territorio de los zetas, y que un capo de apellido Herrera lo vendió al mejor postor; para sus negras ambiciones y me resisto! Que desde Álamo hasta Ozuluama se disputa la brecha del peaje libre, que es territorio rojo! Y me indigno!
Allí donde grillos dejan de cantar cuando escuchan las pisadas y los papanes alarman la presencia extraña de los caminos que son también de ellos.
Chicontepec se pronuncia y se relamen los gringos cual hiena que ve a su presa frágil y vulnerable. Sobre todo cuando ellos están solo dispuestos a poner la nariz, pero no los muertos! De regreso paso un reten militar con mirada distinta, con visión de fondo distinta, como zona de guerra… y me digo que estamos cuidando la frontera equivocada. Para que como siempre, cuando entren de lleno los colonos; estemos divididos.
Bebo un sorbo de café que ayer corté de la mata, y suspiro deseando que esto acabe pronto. Aunque me siento un ingenuo cuando el factor y el producto están previamente calculados…
Doropeatón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario