Tlaskamati

domingo, 8 de febrero de 2009

Relatos de amor


UN RELATO SOBRE AMOR

Se trata de dos hermosos jóvenes que se pusieron de novios cuando ella tenía trece y él dieciocho. Vivían en un pueblito de leñadores situado al lado de una montaña.

Él era alto, esbelto y musculoso, dado que había aprendido a ser leñador desde la infancia. Ella era rubia, de pelo muy largo, tanto que le llegaba hasta la cintura; tenía los ojos celestes, hermosos y maravillosos..

La historia cuenta que habían noviado con la complicidad de todo el pueblo. Hasta que un día, cuando ella tuvo dieciocho y él veintitrés, el pueblo entero se puso de acuerdo para ayudar a que ambos se casaran. Les regalaron una cabaña, con una parcela de árboles para que él pudiera trabajar como leñador. Después de casarse se fueron a vivir allí para la alegría de todos, de ellos, de su familia y del pueblo, que tanto había ayudado en esa relación.

Y vivieron allí durante todos los días de un invierno, un verano, una primavera y un otoño, disfrutando mucho de estar juntos. Cuando el día del primer aniversario se acercaba, ella sintió que debía hacer algo para demostrarle a él su profundo amor. Pensó hacerle un regalo que significara esto. Un hacha nueva relacionaría todo con el trabajo; un pulóver tejido tampoco la convencía, pues ya le había tejido pulóveres en otras oportunidades; una comida no era suficiente agasajo...

Decidió bajar al pueblo para ver qué podía encontrar allí y empezó a caminar por las calles. Sin embargo, por mucho que caminara no encontraba nada que fuera tan importante y que ella pudiera comprar con las monedas que, semanas antes, había ido guardando de los vueltos de las compras pensando que se acercaba la fecha del aniversario.

Al pasar por una joyería, la única del pueblo, vio una hermosa cadena de oro expuesta en la vidriera. Entonces recordó que había un solo objeto material que él adoraba verdaderamente, que él consideraba valioso. Se trataba de un reloj de oro que su abuelo le había regalado antes de morir. Desde chico, él guardaba ese reloj en un estuche de gamuza, que dejaba siempre al lado de su cama. Todas las noches abría la mesita de luz, sacaba del sobre de gamuza aquel reloj, lo lustraba, le daba un poquito de cuerda, se quedaba escuchándolo hasta que la cuerda se terminaba, lo volvía a lustrar, lo acariciaba un rato y lo guardaba nuevamente en el estuche.

Ella pensó: "Que maravilloso regalo sería esta cadena de oro para aquel reloj." Entró a preguntar cuánto valía y, ante la respuesta, una angustia la tomó por sorpresa. Era mucho más dinero del que ella había imaginado, mucho más de lo que ella había podido juntar. Hubiera tenido que esperar tres aniversarios más para poder comprárselo. Pero ella no podía esperar tanto.

Salió del pueblo un poco triste, pensando qué hacer para conseguir el dinero necesario para esto. Entonces pensó en trabajar, pero no sabía cómo; y pensó y pensó, hasta que, al pasar por la única peluquería del pueblo, se encontró con un cartel que decía: "Se compra pelo natural". Y como ella tenía ese pelo rubio, que no se había cortado desde que tenía diez años, no tardó en entrar a preguntar.

El dinero que le ofrecían alcanzaba para comprar la cadena de oro y todavía sobraba para una caja donde guardar la cadena y el reloj. No dudó. Le dijo a la peluquera:

- Si dentro de tres días regreso para venderle mi pelo, ¿usted me lo compraría?

- Seguro - fue la respuesta.

- Entonces en tres días estaré aquí.

Regresó a la joyería, dejó reservada la cadena y volvió a su casa. No dijo nada.

El día del aniversario, ellos dos se abrazaron un poquito más fuerte que de costumbre. Luego, él se fue a trabajar y ella bajó al pueblo.

Se hizo cortar el pelo bien corto y, luego de tomar el dinero, se dirigió a la joyería. Compró allí la cadena de oro y la caja de madera. Cuando llegó a su casa, cocinó y esperó que se hiciera la tarde, momento en que él solía regresar.

A diferencia de otras veces, que iluminaba la casa cuando él llegaba, esta vez ella bajó las luces, puso sólo dos velas y se colocó un pañuelo en la cabeza.

Porque él también amaba su pelo y ella no quería que él se diera cuenta de que se lo había cortado. Ya habría tiempo después para explicárselo.

Él llegó. Se abrazaron muy fuerte y se dijeron lo mucho que se querían.

Entonces, ella sacó de debajo de la mesa la caja de madera que contenía la cadena de oro para el reloj. Y él fue hasta el ropero y extrajo de allí una caja muy grande que le había traído mientras ella no estaba. La caja contenía dos enormes peinetones que él había comprado... vendiendo el reloj de oro del abuelo.

Si ustedes creen que el amor es sacrificio, por favor, no se olviden de esta historia. El amor no está en nosotros para sacrificarse por el otro, sino para disfrutar de su existencia.

Jorge Bucay

Un Amor de Leyenda

LEYENDA SIOUX

Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux, que una vez llegaron hasta la tienda del consejero de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros y Nube Azul, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu.

-Nos amamos- empezó el joven -Y nos vamos a casar- dijo ella. -Y nos queremos tanto que tenemos miedo, queremos un hechizo, un conjuro o un talismán, algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos, que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar la muerte.

-Por favor- repitieron -¿hay algo que podamos hacer?

El viejo los miró y se emocionó al verlos tan jóvenes, tan enamorados y tan anhelantes esperando su palabra. -Hay algo- dijo el viejo -pero, no sé… es una tarea muy difícil y sacrificada.

Nube Azul -dijo el brujo- ¿Ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, deberás cazar al halcón más hermoso y vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de la luna llena. ¿Comprendiste?

-Y tú, Toro Bravo- siguió el brujo -deberás escalar la montaña del trueno, cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas, y solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin herirla y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Azul. ¡Salgan ahora!

Los jóvenes se abrazaron con ternura y luego partieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte y él hacia el sur.

El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con las bolsas que contenían las aves solicitadas. El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas. Eran verdaderamente hermosos ejemplares.

-Y ahora qué haremos- preguntó el joven -¿los mataremos y beberemos el honor de su sangre?

-No- dijo el viejo.

-¿Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne?- propuso la joven.

-No- repitió el viejo. -Harán lo que les digo: tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero, cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.

El guerrero y la jóven hicieron lo que se les pedía y soltaron a las aves, el águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse por el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.

-Este es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto, son ustedes como un águila y un halcón, si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse el uno al otro.

Si quieren que el amor entre ustedes perdure… Vuelen juntos, pero jamás atados.

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Si de noche lloras

Porque el sol no está

Las lágrimas te impedirán

Ver las estrellas…

Rabindranat Tagore

Seguir llorando aquello que no tengo me impide disfrutar esto que tengo ahora.

Aprender a enfrentarse con el tema de la perdida es aceptar vivir el duelo, saber que aquello que era, es aquello era y que ya no es más o por lo menos que ya no es lo mismo que era. De hecho nunca es lo mismo.

Decía Heráclito: “Imposible bañarse dos veces en el mismo rio”. Ni el rio trae la misma agua, ni yo soy el mismo.

Hay una perdida necesaria. Cuando me doy cuenta de que algo ha muerto, de que algo está terminado, ese es un buen momento para soltar.

Lo que seguro no voy hacer, si te amo de verdad, es querer retenerte. Lo que seguro no voy hacer es tratar de engancharte si es verdad que te amo.

Te amo a vos, o amo la comodidad de que estés al lado mío? Estoy relacionado con vos, individuo, persona?, o estoy enamorado con la idea de que ya te encontré y no quiero salir a buscar a nadie?

…. Me pregunto: quiero seguir viviendo con alguien que no me quiere? Yo, no ella. Yo, quiero seguir? La quiero enormemente, alcanza? Puedo yo quererla por los dos? La verdad que no, y la verdad es que esta es la historia: como sé que no puedo determinar que me quieras, ni quererte por ambos, entonces; te dejo ir.

No te atrapo, no te agarro, no te aferro, no te aprisiono y no te dejo ir porque no me importe, te dejo ir porque me importa.

“Pero Jorge, hay situaciones, momentos, donde una pareja pelea y lucha por el vínculo y después de un tiempo de roces se vuelven a encontrar”.

Si, hay miles de parejas que antes de encontrarse debieron separarse y otras que se separaron y nunca se volvieron a encontrar y hay miles mas que no se separaron nunca y vivieron cegándose la vida para siempre y hay toda la serie de variaciones que se te ocurran.

Pero seguramente el final de la historia de una pareja no pasa por cuanto consiga alguno de los dos mantener prisionero al otro.

….

Si hay deseo, si se quieren, si se aman, si le importa cada uno del otro, si creen que hay algo que se pueda hacer; aunque no sepan que, los problemas se pueden resolver(mejor dicho, se pueden intentar)

Pero si para alguno de los dos verdadera y definitivamente se terminó, se terminó para ambos, y no hay nada más que hacer….

Y entonces habrá que decirle al que ama:

Tengo malas noticias para vos. Lo siento, se terminó.

Y ahora? Seguramente te duela. Pero te puedo garantizar que no te vas a morir. Si no te aferras no te vas a morir.

Si no pretendes retener no te vas a morir.

Salvo, como dije, que vos creas que te vas a morir.

Cuentan que había una caravana en el desierto.

Al caer la noche la caravana se detiene.

El muchachito encargado de los camellos se acerca al guía de la

caravana y le dice:

- Tenemos un problema, tenemos 20 camellos y 19 cuerdas, así

que ¿cómo hacemos?

Él les dice:

- Bueno, los camellos son bastantes bobos, en realidad no son

muy lúcidos, así que anda al lado del camello que falta y hace

como que lo atas. Él se va a creer que lo estás atando y se va a

quedar quieto.

Un poco desconfiado el chico va y hace como que lo ata y el

camello en efecto se queda ahí, paradito, como si estuviera atado.

A la mañana siguiente, cuando se levantan, el cuidador cuenta

los camellos, y están los veinte.

Los mercaderes cargan todo y la caravana retoma el camino.

Todos los camellos avanzan en fila hacia la ciudad, todos menos

uno que queda ahí.

- Jefe, hay un camello que no sigue a la caravana.

- ¿Es el que no ataste ayer porque no tenías soga?

- Sí, ¿Cómo lo sabe?

- No importa. Andá y hace como que lo desatas, porque si no va a

seguir creyendo que está atado y si lo sigue creyendo, no

empezará a caminar.

(Jorge Bucay: del libro el camino de las lagrimas…)

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