Tlaskamati

sábado, 7 de febrero de 2009

El Viaje del Elefante



JOSé SARAMAGO

Una de las grandes motivaciones para soportar el paso de los días, es la sorpresa. Ignorar hacia dónde nos dirigimos. A qué lugar nos llevarán los pasos que ahora emprendamos. Porque aun cuando tomemos todas las previsiones para acabar en un lugar determinado, la existencia parece reírse de todas ellas.

Quizá gran parte de los seres humanos busquen éxito, fama y riqueza, pero sólo al final del camino sabremos lo que verdaderamente representa la sustancia de la vida. Como parece decirnos José Saramago desde El viaje del elefante.

¿Qué hace un elefante de la India emprendiendo un largo camino en medio de la nieve en Europa? El Premio Nobel de Literatura nos cuenta una historia verdadera. El camino emprendido por Salomón, el elefante, a través de miles de kilómetros desde Lisboa hasta Viena por el capricho del rey.

El monarca Juan III le regaló a su primo el archiduque Maximiliano de Austria este paquidermo. Sólo que al buen rey se le ocurrió mandar a puro golpe de pata al animal, en compañía de una pequeña comitiva y en medio de uno de los inviernos más crudos en Europa.

El capricho del monarca lusitano ocasiona que toda la caravana trate de salvar numerosos barrancos, peligrosas laderas e intrincados bosques… y eso con un animal de varias toneladas marcando el paso

Con una narrativa rezumando plena madurez, Saramago nos coloca en el centro de esta aventura, pero como ya es costumbre en su obra, no se contenta con el relato lineal, sino que va sembrando en el camino diversos cuestionamientos, incluso teológicos.

En un pasaje de la novela, por ejemplo, cuando la comitiva llega alas afueras de un pueblo, el comandante de la tropa que acompaña a la bestia pregunta al conductor del paquidermo sobre su religión y éste le cuenta sobre Ganesh, el dios elefante, mientras cuestiona al comandante que si cree en la versión de un hombre que murió y resucitó al tercer día, no veía por qué no creer en un relato sobre un dios con cuerpo de hombre y la cabeza de este animal.

El renombrado autor lusitano también se permite introducir un enigmático personaje, puesto que no tiene que ver con la trama, y que está perdido en medio de la niebla. Si no encuentra pronto el camino que lo saque de en medio del bosque, seguramente morirá. Sin embargo parece resignado a esto último hasta que, lejano, oye el barrunto del elefante. Una. Dos. Tres veces. Lo que le indica el sendero a seguir. Habrá quien quiera ver en este personaje al propio Saramago, recién salido de una grave enfermedad. O quizá sea una metáfora sobre lo perdidos que estamos los humanos para encontrar nuestro camino. Que el lector saque sus propias conclusiones.

Lo cierto es que José Saramago ha escrito una novela única no sólo por su acostumbrada maestría narrativa, sino porque en esta maravillosa historia está presente un elemento novedoso en la obra del Nobel: el humor.

Acompañemos, pues, a Salomón en esta travesía que más que ver con los animales, es un viaje a profundidad al corazón de la humanidad.

Edgar Lomelí (editor de comunicación de Alfaguara)

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