Ayer con un uniforme descolorido por el uso, la mochila rasgada, el pantalón manchado. Se subió al camión y se sentó a mi lado. Debe de ir como en el tercer grado de primaria, me dije. Todavía conservaba el gel que le permitía mantener el peinado de moda, la camisa blanca, el pantalón azul… este niño desaliñado; cargaba su mochila de más de quince kilos en la espalda.
Pero nada le importaba a este gigante de fantasías en capullos, pues muy a gusto disfrutaba de su tico. Sí, ese dulce de chile piquín con sal; embutido en una delgada bolsa, de unos veinte centímetros, de color rojo. Que va cortando uno con la boca al ir disfrutando de tan suculenta golosina.
El más barato de todos los dulces, el más democrático de todos, tenía mucho tiempo que no lo veía y mientras este niño jalaba y disfrutaba de su tico. Mi memoria sonreía.
Ahora que el gobierno “ya le importa que comen los niños”, me digo; también le importa como se visten? Qué quieren ellos? Si tienen trabajo sus Padres? Si comieron hoy…?
Doropeatón
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