LOS HUEHUES
De niño me asustaban los huehues: con mascaras, la ropa vieja, los charros con cascos de petroleros, con lazaderas. Los personajes vestidos de mujeres con chichis de limas, o rellenos de ropa vieja; también de hoja seca de plátano. Zapatos rotos de casquillos o botas parchadas de hule, con esa voz fingida para que no te conocieran los amigos y parientes… El reto era que no te conocieran y deambular por las calles haciendo travesuras que no te atrevías a realizar “sin la máscara”, algo así como las relaciones virtuales ahora.
Por otro lado los negritos, esa danza precolombina, ese juego del blanco y el negro peleándose por una mujer con su máscara de madera, su sombrero, su paliacate y su carabina también de madera; bailando en torno a la damisela con su vestido floreado o su simple mascara femenina de color rosa. Sin faltar claro el violín huasteco con su esposa la jarana.
Había que levantarse temprano para ir a cortar los otates delgados y construir el arco, cortar la palmilla o forrarlo con la limonaria, para después adornar con flor de muerto los altares. Hacer el caminito, para cuando empezaran a llegar los muertos con esa flor anaranjada con olor verdadero, sin igual.
Conseguir la leche para el chocolate en esos días era toda una odisea, pero lo lográbamos, aunque recorriéramos varios potreros con el pasto enserenado. La ofrenda era muy parecido al que ofrecen en todo el país, sobretodo en su simbolismo; pero resalto, ese dulce de cahuayote, el de papaya chiquita, los tamales de huachin(del pipian-variante de la calabaza). El pan de mono, colgado en los arcos de mi casa no duraban nada…llegaban los muertos y nos encargábamos de comérnoslo por las noches.
Pero la fiesta no acababa en los dos primeros días de noviembre, es costumbre todavía visitar los panteones para ofrendar y rezar en las tumbas de nuestros seres queridos; “que se nos adelantaron”. En compañía de las danzas, los rezos, los inciensos y los huehues, aquello era una fiesta. La fiesta de los muertos concluía el último día de noviembre, con el remate de los negros. Donde el blanco asesino mataba al negro, para quedarse con la otra flor de noviembre; su mujer.
Ojalá que perdure esa tradición mexicana, de los pueblos; es nuestra cultura. Con cantos tempraneros de casa en casa:
Dicen que Porfirio Cadena lo persigue Riverol,
Dicen que Porfirio cadena lo persigue Riverol;
A ver si no quieren dar, tamales de frijol…
Doropeatón
En mi huasteca querida.
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