“¡Morir! ¡Morir!
Extraña cosa, así pensada,
Ahora que todo en mi corazón late,
Hasta la rara satisfacción de haber sido juzgado.”
“¿y qué será la muerte?”, preguntó cihuatl.
“Yo la he sentido como un zumbido gris”,
Contestó Quetzalcóatl,
“Y después”, continuó Cíhuatl.
“¿Seremos esto que somos?”
“No sé, Cíhuatl! No sé!
Esa es la duda que siempre me ha impedido morir.
¿Seré éste que soy?¿Serás lo que ahora eres?
Dime, Cihuatl, ¿qué piensas tú?”
“Me han enseñado que si muero de parto,
Iré a un hermoso lugar lleno de delicias,
En compañía de mis hijos.”
“Si mueres. Pero, ¿Y si vives?¿Y la conducta?
¿Será la muerte la que dé la resurrección?
¿Será la vida? ¡Mundo extraño el que han
Construido en esta tierra, en el que es la muerte la
La que da el destino futuro y no da la vida, como
Yo lo creo! Aquí si muere el soldado en batalla,
Si muere lleno de llagas, va a un lugar de delicias,
No importa cómo haya vivido. ¿Y la vida,
Cíhuatl? Y la vida llena de memoria, plena de
Momentos, vivida, entre el bien y el mal.
¿No importa? ¿la muerte, solo la muerte?”
“Pienso que es muy importante morir”,
Dijo Cihuatl. “Más que el mismo nacimiento,
En el que nuestra Madre nos ayuda y nos cobija.
Ella sufre, y nosotros sólo tenemos frío; pero no
Desamparo. En la muerte, mi señor, estamos solos.”
“Solos, dices bien, solos. ¡Solos en la mitad de
Todas las cosas. Tal vez en el fin de todo lo que
Somos. Dudo, y por eso no muero.”
“!La muerte es sólo una coyota vieja
Y hambrienta que se transforma en muchas cosas”,
Terció la vieja, “una coyota vieja y sarnosa
A la que me gustaría matar!”
“! Matar a la muerte!! Seria curioso ¡
¿Y para qué?”, preguntó Quetzalcóatl.
“! Para no morirme ya!” Dijo la vieja.
“!Yo soy como tú, tampoco quiero morir!”
“Algún día no querrás vivir. Algún día no
querré vivir. Hasta entonces, dejemos
viva a tu coyota.”
“Yo siempre querré vivir”, concluyó la vieja.
“¿Y tú cíhuatl?”, preguntó Quetzalcóatl.
“!Yo querré vivir mientras mi señor viva!
Si tú, como dices, llegaras a morir, yo también
Moriría. Pero Quetzalcóatl no morirá, ¿verdad?”
“Si, Cihuatl. Quetzalcóatl morirá.”
“Entonces, me gustaría hacerte inmortal”,
Le dijo Cíhuatl.
Y los tres guardaron silencio.
La vieja se quedó cavilando y al rato dijo:
“¿Y porqué no lo haces inmortal?”
“¿Yo?¿Y cómo?”
“!Dale hijos!”, dijo, y se levantó dejándolos solos.
Fue así como en la noche de su sentencia,
Quetzalcóatl cayó en la tentación de hacerse
Inmortal y comprendio la íntima verdad del
Omeyocan(la armonía), el lugar Dos, donde todo es dos,
Para poder ser uno y saberse dos. Fue entonces
Cuando se enteró de que en su interior latían
Universos completos que en las tinieblas de las
Entrañas cambiaban de sitio y se convertían
En tempestad de luz y relámpago, justo en la mitad
Del universo, cuando el uno muere y vive,
Precisamente en el centro de todas las nebulosas.
un hombre y una mujer.
Al nacer ésta, murió la madre.
Libro_Quetzalcoatl, José López Portillo
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