Tlaskamati

martes, 7 de abril de 2009

Leer

Esto a que llaman mi estilo se asienta en la gran admiración y respeto que tengo por la lengua que se habló en Portugal en los siglos XVI y XVII. Abrimos los Sermones del Padre Antonio Vieira y comprobamos que hay en todo lo que escribió una lengua llena de sabor y de ritmo, como si eso no fuese exterior a la lengua, sino algo intrínseco.
Nosotros no sabemos como se hablaba en esa época, pero sabemos como se escribía. La lengua entonces era un flujo ininterrumpido. Admitiendo que podamos compararla a un río, sentimos que es como una gran masa de agua que se desliza con peso, con brillo, con ritmo, incluso cuando a veces su curso sea interrumpido por cataratas.
Llegan días de vacaciones, una buena ocasión para adentrarse en estas aguas, en esta lengua escrita por el Padre Vieira. No aconsejo nada a nadie, pero digo que voy a bucear en la mejor prosa y, por tanto, desapareceré estos días. ¿Alguien quiere acompañarme?

José Saramago

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