Tlaskamati

miércoles, 22 de abril de 2009

Galeano no necesitaba del protagonismo Chavista, pero sí de su valentía...



INTRODUCCIÓN: CIENTO VEINTE MILLONES DE NIÑOS EN EL CENTRO DE LA TORMENTA


La división internacional del trabajo consiste en que unos paises se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta. Pasaron los siglos y América Latina perfeccionó sus funciones. Este ya no es el reino de las maravillas donde la realidad derrota a la fábula y la imaginación era humillada por los trofeos de la conquista, los yacimientos de oro y las montañas de plata. Pero la región sigue trabajando de sirvienta. Continúa existiendo al servicio de las necesidades ajenas, como fuente de reservas del petróleo y el hierro, el cobre y la carne, las frutas y el café, las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos que ganan consumiéndolos, mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos. Son mucho más altos los impuestos que cobran los compradores que los precios que reciben los vendedores; y al fin y al cabo, como declaró en julio de 1968 Covey T. Oliver, coordinador de la Alianza para el progreso, "hablar de precios justos en la actualidad es un concepto medieval.
Estamos en plena época de la libre comercialización.."
Cuanta más libertad se otorga a los negocios, más cárceles se hace necesario construir para quienes padecen los negocios. Nuestros sistemas de inquisidores y verdugos no sólo funcionan para el mercado externo dominante; proporcionan también caudalosos manantiales de ganancias que fluyen de los empréstitos y las inversiones extranjeras en los mercados internos dominados. "Se ha oído hablar de concesiones hechas por América latina al capital extranjero, pero no de las concesiones hechas por los Estados Unidos al capital de otros paIses ... es que nosotros no damos concesiones", advertía, allá por 1913, el presidente norteamericano Woodrow Wilson.

Él estaba seguro: "Un país -decía- es poseído y dominado por el capital que en él se haya invertido". Y tenía razón. Por el camino hasta perdimos el derecho de llamamos americanos, aunque los haítianos y los cubanos ya habían asomado a la historia, como pueblos nuevos, un siglo antes que los peregrinos del Mayflower se establecieran en las costas de Plymouth. Ahora América es, para el mundo, nada más que los Estados Unidos: nosotros habitamos, a lo sumo, una sub América, una América de segunda dase, de nebulosa identificación. Es América Latina, la región de las venas abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha trasmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder. Todo: la tierra, sus frutos y sus profundidades ricas en minerales, los hombres y su capacidad de trabajo y de consumo, losrecursos naturales y los recursos humanos. El modo de producción y la estructura de clases de cada lugar han sido sucesivamente determinados, desde fuera, por su incorporación al engranaje universal del capitalismo. A cada cual se le ha asignado una función, siempre en beneficio del desarrollo de la metrópoli extranjera de tumo, y se ha hecho infinita la cadena de las dependencias sucesivas, que tiene mucho más de dos eslabones, y que por cierto también comprende, dentro de América Latina, la opresión de los países pequeños por sus vecinos mayores y, fronteras adentro de cada país, la explotación que las grandes ciudades y los puertos ejercen sobre sus fuentes internas de víveres y mano de obra. (Hace cuatro siglos, ya hablan nacido dieciséis de las veinte ciudades latinoamericanas más pobladas de la actualidad).

Para quienes conciben la historia como una competencia, el atraso y la miseria de América Latina no son otra cosa que el resultado de su fracaso. Perdimos; otros ganaron. Pero ocurre que quienes ganaron, ganaron gracias a que nosotros perdimos: la historia del subdesarrollo de América Latina integra, como se ha dicho, la historia del desarrollo del capitalismo mundial. Nuestra derrota estuvo siempre Implícita en la victoria ajena; nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros: los imperios y sus caporales nativos. En la alquimia colonial y neocolonial, el oro se transfigura en chatarra, y los alimentos se convirtieron en veneno…


Eduardo Hugues Galeano, con la venas abiertas :
En 1962, Galeano publica su única novela, Los días siguientes, que nunca he visto y de la que nada sé. En 1963 conoce a Salvador Allende y lo acompaña en un largo viaje por los fríos del sur de Chile. En 1964 renuncia a Marcha para asumir, teniendo sólo veinticuatro años, la dirección del periódico Época, y con ese cargo viaja a La Habana para entrevistar al Che Guevara, a quien encuentra vestido de beisbolista y, en nombre de la pasión congénita de los oriundos del Río de la Plata por el futbol, lo llama, en broma, “traidor”. Guevara le confiesa: “Cuando era presidente del Banco Central de Cuba firmé los billetes con la palabra Che, para burlarme, porque el dinero, fetiche de mierda, debe ser feo.”

En 1966, al salir de la dirección de Época , Galeano sigue haciendo periodismo, viaja a todas partes, se casa con Graciela, tiene tres hijos, que actualmente, según dice, “ya son más viejos que él”, y en 1971 publica Las venas abiertas de América Latina, que de inmediato se vuelve un clásico. Ese libro, que todos los lectores de Galeano conocemos bien, es el producto de una vasta investigación en los archivos de la dominación colonial española en este continente, pero también es una denuncia de la explotación y el saqueo que sufrieron nuestros pueblos, y del derroche absurdo que el trono de España cometió para financiar sus guerras y, sobre todo, sus pachangas, que acabaron hundiéndonos en la miseria, el atraso y la ignorancia, mientras ellos, en las cortes de Cádiz y en los palacios de Madrid, se miraban en los espejos y veían sus rostros deformados por el embrutecimiento, autoexcluidos de Europa y del futuro.

Con toda razón, cuando un amigo mío en Buenos Aires leyó Las venas abiertas ..., me dijo: “Si en lugar de España nos hubiera conquistado Inglaterra seríamos Australia.” Hoy, ese libro traducido a más de veinte lenguas, reactualiza su vigencia, porque las causas de la crisis económica del hoy por hoy son, otra vez, la concentración demencial de la riqueza en unas cuantas manos, el despilfarro ilimitado en cosas de lujo inútiles, el financiamiento de guerras perdidas de antemano y, antes y después de todo, el desprecio por los demás, empezando por los pobres, por los indios, por los negros y por todos los que no son blancos; es decir, el desprecio por la inmensa mayoría de la humanidad. Y vaya que de esto sabemos en México, donde más del ochenta por ciento del dinero depositado en los bancos se aglutina en menos del dos por ciento de las cuentas de ahorros.(En entrevista con Jaime Avilés)

Las venas abiertas de América Latina

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