Tlaskamati

sábado, 16 de enero de 2010

La voluntad de sobrevivir a cualquier precio




Que oportuno eres Haití, releía ese fragmento devastador del “ensayo sobre la ceguera” de José Saramago: “La basura en las calles, que parece haberse duplicado desde ayer, los excrementos humanos, medio licuados por la lluvia violenta los de antes, pastosos o diarreicos los que están siendo evacuados ahora mismo por estos hombres y mujeres mientras vamos pasando, saturan de hedores la atmósfera, como una niebla densa a través de la cual sólo con gran esfuerzo es posible avanzar. En una plaza rodeada de árboles, con una gran estatua en el centro, una jauría está devorando a un hombre. Debía de haber muerto hace poco, sus miembros no están rígidos, se nota cuando los perros los sacuden para arrancar al hueso la carne desgarrada con los dientes. Un cuervo da saltitos en busca de un hueco para llegar también a la pitanza. La mujer del médico desvió los ojos, pero era demasiado tarde, el vómito ascendió irresistible de las entrañas, dos veces, tres veces, como si su propio cuerpo, aún vivo, se viera sacudido por otros perros, la jauría de la desesperación absoluta, hasta aquí he llegado, quiero morir aquí”.
Y por mas que trate de obtener una imagen real, la realidad rebasa la imaginación, la lluvia llovió donde no debía, la herida se dio donde mas dolía, el derrumbe cedió donde más frágil era la estructura. Haití llegó cuando se desataba el escándalo de la OMS sobre la investigación que solicitaban agrupaciones Europeas por la “pandemia” AH1N1 y los sospechosos vínculos con laboratorios beneficiados con la venta de vacunas.

Desde Obama hasta Calderón y demás gobernantes que hicieron de esta enfermedad una pandemia, la enfermedad del miedo; la tragedia de Haití ocultó sus criptas políticas, por ahora.

Se hizo evidente la falta de organización por la magnitud entendida, pero también por la incompetencia de los funcionarios de Salud Mundial, que vuelven a poner en transparencia su incapacidad; su tardía reacción. Así como los países ricos que en su pragmático accionar, ante la urgente solidaridad de un país que gritaba auxilio antes del temblor, exhibieron la pobreza de sus gobernantes.

Caben muchas reflexiones sobre los acontecimientos ocurridos: la solidaridad humana y no dejar de ver lo que deja esta polvareda; aunque vuelen zopilotes y nos apantallen las cámaras.

Hay en el fondo una urgencia de refundar la solidaridad humana, el deseó profundo del ser humano de; darse a sí mismo el nombre que le falta.


Doropeatón

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