Tlaskamati

jueves, 11 de diciembre de 2008

GUADALUPE

Foto de el univesal


Este año no apareció Guadalupe entre los peregrinos llegados de Temoaya. Algo muy grave tiene que haberle sucedido para que haya faltado a la Basílica. Si supiera su nombre completo podría ir a buscarla en cuanto pase esta temporada, la de más trabajo: hacemos comida para los romeros.

Cada año son más y más pobres. También cada diciembre son menos abundantes las raciones que les regalamos; tan siquiera es algo para calmarles el hambre, la fatiga y el frío. Todo eso arrastran durante los kilómetros de una caminata agravada por los hijos que cargan en brazos o a la espalda, los enfermos a quienes dan apoyo, las imágenes que traen a bendecir, los regalos que ponen a los pies de la Virgen: ramilletes, panes, telas bordadas, miel, cirios, veladoras, mazorcas... Desde que la conocí, Guadalupe le ha traído a “su tocayita divina” pequeñas alfombras que son verdaderos jardines en miniatura. Las teje, según me ha contado, en los tiempos que le roba a su jornada de trabajo. Comienza a las cinco de la mañana ante el fogón donde prepara el almuerzo y termina en el mismo sitio. Allí espera el regreso de su marido. Por causa de él Guadalupe empezó a peregrinar. Vino a pedirle a la Virgen que lo metiera en razón, que lo alejara del alcohol y de la tranca con que la

golpea porque aún no le da un hijo, porque rompe un jarro o extravía alguna cosa; a veces la maltrata sólo para desquitarse del coraje que le causa ser pobre y no verle salida a la miseria.

II

“Y por usted, ¿qué pedirá?”, le pregunté a Guadalupe el primer día que entró en la casa para curarse con hilo y aguja las ampollas de los pies. Levantó la cara y miró hacia los peregrinos, que seguían desfilando por la Calzada de los Misterios:

–Uh, son tantas cosas que no terminaría de contárselas. Lo bueno es que Ella las sabe, porque mientras le fui tejiendo su tapetito le platiqué toda mi vida:

desde que comencé a trabajar a los 5 años en el campo hasta el momento en que me puse a tejer su regalo, hará como dos meses, o a lo mejor más. No lo sé bien. El tiempo se me revuelve, los días son tan iguales que ni me doy cuenta de cuándo termina uno y cuándo empieza el otro.

Sin que se lo pidiera, Guadalupe sacó de entre sus cosas el tapete con fondo azul y flores de muchos matices. Me pareció increíble que en algo tan hermoso pudiera entramarse la vida amarga y miserable que se traslucía en el aspecto y el tono de la peregrina:

–La noche en que decidí venir en peregrinación me puse a ver que era imposible presentarme ante la Virgen con las manos vacías: si uno va de visita a una casa lleva un presente, cuantimás si viene a la Basílica. Lo primero que se me ocurrió fue traerle un ramo de flores. Pero recordé que casi todas las mujeres de mis rumbos se las traen. La Virgen no iba a saber cuáles eran las mías y a lo mejor por ese motivo no iba a ocuparse de mis súplicas. Y si Ella no las atiende, ¿quién va a hacerlo? ¡Nadie! La reflexión de Guadalupe me conmovió tanto que le acaricié el hombro. Ella retrocedió…


Cristina Pacheco


Nota: Feliz Santoral Gemela...!

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